Se fue el 2020, ¿lo borro o le aprendo?

by | Jan 14, 2021 | A mis treintaytantos | 1 comment

El año pasado tuve tiempo de pensar en cosas que antes de mis 36 años no les di tanta importancia, entre ellas la caída del pelo y de mis cachetes, pero más que todo, la caída libre que se sintió al inicio de la pandemia y la emoción que sentí al encontrar mi paracaídas. Quiero sentirme libre sin serlo, pues tengo que vivir bajo las restricciones impuestas por el COVID-19.

Confirmé el año pasado, con tristeza unas veces, impotencia otras, y desesperación perenne, que así es la vida y que puedo controlar muy poco de lo que me sucede a mí y en mi alrededor. Pensaba todos los días ¿Existen situaciones y decisiones en mi vida que dependan enteramente de mí? Y me preguntaba, si es que las hay, ¿cuáles son? 

Mi estabilidad emocional necesitaba anclarse mientras navegábamos en ese mar de incertidumbre, sobre todo durante los primeros meses de la pandemia, así que llegué a la conclusión de que claro que sí había factores en mi vida que yo controlo, pero también me di cuenta de que, para todo lo demás, hay que dejarlo fluir. Lo resumí en estos tres: Mis Reacciones, mis Acciones y mi Alimentación.

No hay manera de controlar las reacciones de otros ante una crisis de salud mundial. Lo mejor que puedo hacer fue controlar mis reacciones, y tratar de acercarme lo más posible a mis ideales. Me di cuenta de que mis reacciones tienen mucho que ver con cómo me siento, entonces claramente tuve que tomar control de ciertas acciones para ser capaz de reaccionar mejor. Ya sea cuando mis hijos hacen un berrinche y se pelean o que una amiga me llama y me dice que tiene COVID y estuvimos juntas un día antes. Si logro que esa agitación instantánea, ese aceleré de mi corazón o el grito con el que usualmente reacciono se conviertan en un respiro profundo, ya la llevo ganada. 

Ante el caos externo necesitaba mantener ese desbarajuste fuera de mi interior. Entonces hice una lista mental de las cosas que podía hacer que no requerían exponerme al virus, sino al contrario, me ayudarían a estar más saludable y desarrollar mayores defensas para combatirlo en caso de contraerlo.

La lista para sobrevivir comenzaba así:

1) Hacer ejercicio, aunque fueran 15-20 minutos al día. Me ayuda enormemente a darme energía y despabilarme, y aunque a veces sentía que los días pasaban lentísimos y que me ahogaba en un vaso de agua, sabía que para contrarrestar eso, destinar un ratito para sacar mi tapete de yoga y moverme iba a ser de gran ayuda. Dato Importante: Me quité la idea de la cabeza de que si no hice ejercicio en la mañana ya no puedo hacer después, o la clásica de que si no tengo una hora completa ya mejor no hago).

2) Desde que me acuerdo, salir al aire libre y estar en contacto con la naturaleza me inspira, me llena y me equilibra. Así que salir se volvió parte de la lista. Tengo la ventaja de que vivo en un bosque, así que no tengo excusas para no hacerlo.

3) Agradecer y sobre todo buscar esos momentos de atención completa a lo que estaba haciendo, dejando el iphone a un lado. Confirmo que estas pausas me dan mucha tranquilidad.

4) Comencé a enfocarme en una rutina de higiene de sueño (término que por cierto no había escuchado antes). Para mí es dificilísimo porque soy muy desvelada. En la noche me inspiro a hacer TODO. Pero ya ha sido demasiada la información que he absorbido que me orienta a mejorar mis horarios y calidad de sueño para regenerar mis órganos y demás. Así que con alarmas y recordatorios por todos lados me sigo esforzando por estar en mi cama a más tardar las 11 pm y leer hasta quedarme dormida. Como dice mi esposo (quien tiene el descanso muy alto en su escala de prioridades): “Si te acuestas y apagas la luz, te vas a dormir”.

5) Meditar. Después de un par de años de hacerlo por fin entendí que no hay formula, ni correctos o incorrectos, es solo cuestión de intentarlo. El provecho para mi es que puedo tener al menos un minutito (si me va bien) de serenidad total al día. Los beneficios de esta práctica están comprobados y además la meditación me impulsa a tener mayor enfoque, una mejor actitud y reacción ante cualquier situación.

Ahora que veo la lista en blanco y negro, resulta que no descubrí la rueda, todas estas rutinas han sido recomendadas por años. Por algo nos lo han estado mencionando tanto, en libros, en terapia, en conferencias, nuestros amigos más sabios o coaches más iluminados. Hoy sabemos que ciertos hábitos ancestrales nos hacen MUY bien, solo hay que buscar la manera de integrarlos y hacerlos como mejor se nos acomode a cada uno.

Luego pues, entra la parte metafísica ¿Cómo alimento mi alma? ¿Qué le digo a mi mente diariamente? ¿Cómo nutro mi cuerpo y espíritu para darme energía y vivir? Ya no pienso en alimentos como solo lo que entra por la boca, sino todo lo que entra por mi piel, por mis ojos, y por todos mis sentidos.

Como no soy muy organizada y las rutinas tan especificas me aburren dentro de un rato, no ha sido fácil incorporar todo lo de la lista a un día. Así que estoy tratando de ser más aplicada con eso. Ya tengo en mi agenda al menos una tabla de Ejercicio, Meditación y Sueño (7 – 8 horas) y así puedo ver al final de la semana cómo me fue con estos 3. Bien dicen que lo que no se mide no se puede mejorar. A veces hay más tachas que palomitas, pero con la intención clara de sentirme en paz y las ganas que tengo de lograrlo seguro voy a ir mejorando.

Sigo intencionalmente tratando de fluir y de no querer controlar para dónde va el agua del río, sino más bien fluir con el. Aceptar cuando lleva agua fría o cuando el sol lo calienta. Cuando hay rocas grandes que lo desvían o piedritas que entorpecen el camino. Cuando la caída es una cascada de agua cristalina o un atajo lleno de troncos y moho. Quiero aprender a fluir como el río cuando lleva pecesitos de colores o tan solo empaques de basura. Estoy haciendo un esfuerzo diario por aceptar lo que es. Confiando en que los tiempos son perfectos para no sentir que mordí el durazno hoy pero que hubiera estado mejor esperar a comérmelo mañana. Quiero ser mucho más paciente conmigo, con mi familia, con los procesos de mis amigos y los del mundo.

Ha sido muy doloroso todo lo que nos ha traído este virus, así como también es indudable de que nos sacudió en una ola colectiva para ser parte de este despertar de consciencia y vibrar más alto individualmente.

Así que, fluiré con el 2021. A fluir se ha dicho. 

El paracaídas, por cierto, que me ha sostenido los últimos meses y siempre, es vivir mi espiritualidad. Te comparto esta definición que Brené Brown escribió en su libro Rising Strong:

“Spirituality is recognizing and celebrating that we are all inextricably connected to each other by a power greater than all of us, and that our connection to that power and to one another is grounded in love and compassion. Practicing spirituality brings a sense of perspective, meaning and purpose to our lives.”

P.D. Te recomiendo este libro súper cortito para ti y hasta tus hijos: “If Cats Disappeared From the World”, del autor japonés Genki Kawamura. Puritita inspiración para vivir el hoy.

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