No tengo prisa por dormir a mis hijos a las 8 de la noche en punto.
No tengo prisa porque aprendan a dormirse solos.
No tengo prisa porque se duerman la noche completa en su cama (y no lleguen a las 5:30 am a la mía para acurrucarse con sus papás una hora).
No me acelero para que aprendan a hablar un tercer idioma o que sean el mejor de la clase de tennis y fútbol.
No tengo prisa por recoger juntos los juguetes, por milésima vez en el día.
No me apresuro por llevarlos a Disney, otra vez.
No me desvivo por llegar rápido a bañarlos cuando se llenan de arena hasta adentro de las orejas o porque aprendan a comer sin subir los codos en la mesa.
Tampoco me acelero por regresar a trabajar tiempo completo. Aunque el trabajo es siempre parte de mi vida, (por mi, para mi familia y por poner mi grano de arena en este mundo) hoy tengo la enorme fortuna de poder optar.
Y aunque a veces su papá me presiona porque logremos objetivos como familia para poder descansar mejor o cenar los dos más temprano… lo entiendo y me esfuerzo para lograrlos, pero cuando no sucede… algo en mi interior me recuerda: no hay prisa.
No quiero ser victima del tiempo y culparlo después por ir muy rápido.
El tiempo pasa, y esta en mí decidir cómo lo quiero aprovechar.
Quiero aprovechar que mis hijos tienen 4 y 2 años para jugar en el piso y rodar en la montaña de pasto. (aunque la semana pasada que lo hice me mareé mucho, no me acordaba que feo se sentía)
Quiero estar presionada porque vean y toquen a los animales, los respeten y quieran. Aunque a veces se los coman.
Porque las galletas de peanut butter por fin nos salgan crujientes y no tan aguaditas.
Porque el campo de obstáculos en el que se convierte la sala de tele sea cada fin de semana más complicado y retador.
Quiero que aprendan a decir hola y adiós a sus amigos, tíos y maestros y que entiendan que pedir disculpas, aunque a veces no les salga tan natural inmediatamente, de todos modos es lo correcto por hacer.
Tengo prisa porque sean empáticos y tolerantes, porque se conozcan ellos mismos más allá de que no les gusta el kiwi o el aguacate. (no entiendo como a alguien no le puede gustar el aguacate… “No me gusta el cacahuate” me dice Jacobo cuando descubre que se lo agregué escondido a algún taco o pan)
Me apura que desde chicos asimilen que no todo gira alrededor de ellos mismos. Que sepan que van a tener que ir a muchos lugares que tal vez no son sus favoritos, hacer cosas aunque les de flojera, no tengan tantas ganas o no sea su actividad preferida etc. (Estoy segura que su futura pareja me lo va a agradecer.)
Estoy presionada porque valoren la naturaleza, lo que nos da, y sobre todo que entiendan que lo que se cosecha en la vida, tiene que ver directamente con lo que se siembra.
No tengo prisa pero nunca descanso.
Sé que el tiempo y esfuerzo que le invierta hoy a mis hijos va a redituar con creces en el futuro. Si no me apuro no quiere decir que me importa un comino educar, al contrario, solo pienso que es más importante antes conectar.
No me acelero, porque así como ayer les quite el banquito en el que se paraban para lavarse los dientes, el día de mañana les voy a quitar su barandal de la cama, su silla en el carro, sus vasos de paw patrol y su osito para dormir. Y de ahí, pa’l real.
Por mi esta bien que el tiempo pase, porque aquí estoy viviéndolo, y no huyéndole o presionándolo.
Tal vez estoy mal, pero me siento tan tranquila de no tener prisa. De vivir las etapas que estamos viviendo con plenitud para en un futuro sentir melancolía del tiempo que pasó, pero no tener ese hueco en el estomago de que se fue tan rápido. No ha sido fácil, me esfuerzo todos los días para no desbalancearme descuidando otros aspectos muy importantes, sobre todo a mí y el tiempo de calidad con mi esposo.
Mi miedo más grande es arrepentirme. Arrepentirme de no hacer algo o de hacerlo mal. No me quiero arrepentir de no vivir al máximo con mis hijos estos años que jamás regresan. Esta inocencia que se pierde con las experiencias. Estos abrazos que con el tiempo se volverán menos espontáneos. Hasta esta rebeldía que, aunque difícil de manejar, me empieza a dar pistas de cómo comunicarme con ellos cuando sean adolescentes.
Tal vez es el miedo que guía esta tranquilidad, pero sí es así, bendito miedo por ayudarme a no tener prisa.
Super de acuerdo Any! Estamos acostumbradas a oir el tpico “se pasa volando, disfrutalo ” y si, supongo que es verdad, pero apresurando etapas o querer educarlos de 100 desde el principio, solo nos roba tiempo para vivir al 100 los momentos con ellos.
Voy leyendo tu comentario Lu! Así es… estamos en sintonía… ya quiero conocer al gordo que viene en camino…
Me encantó Any, me dio en el clavo!
Me encanto, estas viviendo una hermosa etapa de la vida. Disfrutando cada momento con tus hijos y tu esposo.La vida se pasa rapido,solo estamos aqui un fragmento de tiempo.Asi que mil felicidades por enetender ese concepto tan bien,y tan detalladamente escrito.. Mil mil felicidades.