Mamá con síndrome de ignorancia

by | Mar 21, 2017 | 16/32 Ser mamá, El día de... | 15 comments

Una mañana de verano en un lugar de juegos infantiles llego Ricardo llorando hacia mí, me decía que había una niña que le pegaba y le daba miedo. Lo calme y le pregunte, ¿qué hace la niña? “No me deja pasar y me quiere pegar con un globo” respondió nervioso.

Ricardo es mi hijo mayor, tenia casi 4 años cuando esto sucedió y lo recuerda con claridad. Retiene en su memoria aquella visita al lugar de fiestas en el que había una niña que lo asustaba y no lo dejaba tirarse por la resbaladilla. No voy a endulzar lo que un niño de esa edad dice o piensa y tampoco voy a maquillar mi falta de conocimiento para manejar el tema. Tal cual sucedió la historia se las voy a contar.

Continué diciendo que no se preocupara y que le dijera “con permiso” a la niña para poder resbalarse. Se fue poco convencido y lo observé mientras escalaba por el juego hasta llegar a ella. Al acercarme más veo, por sus rasgos físicos, que se trata de una niña con síndrome de Down. Tenía un globo en la mano y lo agitaba emocionada. No era nada personal contra Ricardo pero a el volvió a sorprenderle y me decía que la niña no le hacía caso y no podía entender lo que ella le decía.

En ese momento recordé vagamente que cuando llegamos y lo lleve al baño, escuché a una abuela platicar con su nieta (de 5 años más o menos). Le decía “no tiene malas intenciones, solo esta enfermita”.

Rápidamente empecé a acomodar las frases en mi mente para explicarle a mi hijo que la niña tenía síndrome de Down, cuando me di cuenta que no me salían las palabras. Las pensaba pero las debatía en mi cerebro y no pasaban el filtro de lo que quería que mi hijo tuviera como referencia de las personas con síndrome de Down.

Es una niña que tiene una enfermedad… Obviamente no… Porque no es una enfermedad y menos me gustaría que piense que están enfermas.

Es una niña como tú pero no piensa como tú… ¿Por qué no? Claro que pueden pensar igual, la inteligencia no siempre es alterada y existen diferentes grados, en general deficiencia mental ligera a moderada.

“Es una niña muy especial, ella solo quiere hacer amigos”, le dije. Pero tampoco me convencía… Intentaba y no podía explicarle a mi hijo una realidad del día a día. La realidad que vivimos en la que todos somos diferentes, cada quien tenemos distintas cualidades y habilidades, que la lucha en la vida es constante y para unos es desde que nacen. Una realidad en la que la niña que quería jugar en el salón de fiestas no podía hablar con las palabras que el esta acostumbrado a escuchar, pero que se estaba expresando a su manera y quería jugar con el.

“No te asustes… Tu sonríele y si quieres juega con ella” enfaticé queriéndome sentir un poco mejor de mis respuestas, pero a la vez sintiéndome muy ignorante. Quería congelar el momento. Ir a leer un libro completo de cómo hablar a los niños del síndrome de Down y regresar y platicar con Ricardo al respecto.

Mi hermana estaba conmigo y compartió sus conocimientos con mis tres sobrinos de 10, 8 y casi 5 años. “Es un trastorno genético en el cual una persona tiene 47 cromosomas en lugar de 46, el cromosoma extra causa algunos problemas en el desarrollo del cuerpo y cerebro de las personas…” les platicaba pacientemente. Con la racionalidad de un científico les explicaba a sus hijos quienes le preguntaban más sobre el tema mientras recordaban algunas experiencias, aunque escazas, en las que habían convivido con compañeros que tenían síndrome de Down.

En mi caso, no le podía hablar a Ricardo de cromosomas, ni quería. Quería hablarle de ella, de cómo se llamaba, quién era. ¡No sabía qué hacer! Me sentí ignorante y una madre poco consciente.

Realmente no quería decirle a mi hijo algo que no se le olvidará nunca. Las primeras veces que te explican algo nuevo no se te olvida nunca. Al menos a mi, desde chica he sido muy preguntona y las respuestas me marcaban por siempre. Es mucha responsabilidad ser mamá, sobre todo mientras los niños no tienen un criterio formado, y en esos pequeños momentos lo reafirmo.

En ese instante pensé en Celina y Gustavito, una amiga y su hijo con síndrome de Down y con quién Ricardo convivió algunas veces durante su primer año de vida. Y me pregunté ¿Cómo le gustaría a Celina que habláramos de Gus? Sin términos genéticos ni estadísticos. Detrás de esa sonrisa, en esencia, . ¿Cómo es Gus?

Y he aquí su respuesta:

Me encanta que me pregunten acerca de mi hijo y del síndrome de Down. Gustavo mi hijo tiene cuatro años, y para ser honesta, yo a veces tampoco sé qué decir ni cómo explicar el síndrome de Down a los demás.

De lo que sí estoy 100% segura es de que me fascina cómo son los niños de naturales e inquisitivos, como Ricardo, tus sobrinos, y por supuesto que como lo es Gustavo también.

Recuerdo una de las primeras piñatas que fui con Gustavito. Él estaba jugando junto a una niña güera de ojos azules. Ella se le quedaba viendo hasta que me preguntó, “Oye, ¿por qué saca la lengua?” y “¿Por qué tiene los ojos estirados?”

Y yo le dije, “Todos somos diferentes. Tú tienes los ojos azules, yo cafés y Gustavito los tiene estirados. Como en forma de almendra. Pero también Gus se parece a ti, mira, les gusta jugar en los mismos juegos”.

La niña se fue feliz y siguió jugando. Y yo con el nudo en la garganta.

Por un lado, quería pensar que los demás niños no veían las diferencias, que eso era sólo cosas de adultos. Pero por otro lado, sabía que la niña había hecho una simple observación y me alegraba mucho saber que no le había dado importancia y eso no había impedido que quisieran jugar con él.

Desde esa ocasión utilizo la frase “Somos más similares que diferentes” cuando trato de explicarle el síndrome de Down a los niños.

Es decir, les explico que:
1. Todos somos diferentes. Algunos niños pelo chino, otros liso, algunos son altos, otros son chaparros, unos niños usan lentes, otros no. Así tanto la niña del parque como Gustavito tienen ciertas características físicas que son diferentes a las de Ricardo.

2. También todos somos similares. Ya seas un niño de pelo chino, con o sin lentes, o con o sin síndrome Down. Por ejemplo, podríamos explicar que a Gustavito le gusta jugar con sus papás, comerse un helado, o ver su caricatura favorita, justo como a Ricardo también le encanta.

3. Finalmente le diría que Gustavo tiene algo que se llama síndrome de Down. No es contagioso ni tampoco es una enfermedad y lo tiene desde que nació. A veces va a necesitar ayuda y como amiguitos, podemos ayudarnos unos a los otros. Gustavito se tarda más en hacer ciertas cosas y batalla en hablar, pero esto no le impide jugar ni divertirse, como todos los niños.

Cuando alguien se acerca a preguntarme sobre Gus, ya sea un niño súper directo con su inocente naturaleza o un adulto, me alegra y me llena de esperanza. Agradezco que haya gente que quiera saber más y acercarse sin temor.

Al final del día, no pasa nada si al explicarle a nuestros hijos sobre el síndrome de Down cometemos errores. Lo importante es nuestro lenguaje corporal y nuestras acciones donde la intención de una verdadera empatía se nota.

Cuando los niños ven que tratamos a las personas con síndrome de Down como una persona más, con el mismo amor y dignidad que se merecen todos los seres humanos, ellos también lo internalizan y actúan igual, siguiendo nuestro ejemplo.”

Muchas Gracias Celina por tus palabras, y sobre todo por tu ejemplo de mujer y madre de familia.

Hoy, 21 de marzo, es el día mundial del Síndrome de Down y los invito a no ser mamás o papás con síndrome de ignorancia. Hay que informarnos y sobre todo sensibilizarnos nosotros para poder transmitir esa empatía y amor al prójimo a nuestros hijos.

Por mi parte, leer a Celina me tranquilizó sobre ese día en que conocimos a una niña con síndrome de Down, no le falle a mi hijo ni a las familias con hijos de síndrome de Down por no decirle las palabras idóneas en ese momento a Ricardo. No debemos olvidar que las palabras se graban en la mente, pero las acciones y el ejemplo arrastra.

Gus y Ricardo de 1 año recién cumplido.
Gus y Ricardo
Octubre 2013.
Recuerdo que a Gus le encantaba ir rapido en el columpio y por más que trate de tomar una foto que no saliera borrosa, me fue imposible con tanto movimiento.
Gustavo una tarde de parque.

Para quienes nos gustaría leer más sobre el tema, Celina recomienda los siguientes libros:
My friend Isabelle de Eliza Woloson
We’ll Paint The Octopus Red de Stephanie Stuve- Bodeen

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Paty de Obeso
7 years ago

¡Qué padre leerlas a las dos juntas! Qué orgullo tenerlas como amigas. No cabe duda que uno madura y crece ante las dificultades, pero no sólo de las propias sino a través de las de los amigos más cercanos y queridos… también de las alegrías y de las lecciones compartidas. No tengo mucho que agregar, sólo darles las gracias a las dos por compartir tanto (con el mundo y conmigo).

M
7 years ago

Me encanto!!! Nada como responder con la verdad a las preguntas de los niños! Sin darle vueltas y sin necesidad de investigar mucho .. porque “todos somos iguales pero diferentes”…

Anonymous
7 years ago

Muchas felicidades Ana! Excelente Blog no lo habia visto! Tienes un nuevo fans! Te mando un abrazo a ti y a mazal!

Fidencio Guzman!

Zandra
7 years ago

Me encanto!!,
Toda la explicacion al natural, como es! Sencillo y fluido, todos iguales! Todos diferentes!

Ana G
7 years ago

Me fascinas Any! Me encanta tu manera de escribir, tu manera de pensar, lo leo imaginandomelo narrado por ti! Gracias por compartir! Lo grabo en mi corazon y seguire tus consejos!!!! 🙂

Mzz
7 years ago

Lo
Máximo! Una sociedad incluyente, eso es lo que debería ser normal. En donde aprendamos que las diferencias enriquecen, no al revés.
Me encantó, gracias!

Anonymous
7 years ago

Me encantó, gracias por compartir 🙂

Ro
7 years ago

Hoy como siempre aprendo mucho de ti Sis!!! Un abrazo y un beso.

Sofia Garza
7 years ago

Me encanta

Giselle Marcos
7 years ago

Me encanto palillo!!!

gaby trevino
7 years ago

Que padre articulo Ana! Lo comparto! :*

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