En mi vida solo habia tenido 2 panic attacks (o algo parecido).
El primero fue en el 2010 cuando en un viaje a puerto Vallarta con mis amigas estaba leyendo, acostada en un camastro… libre, feliz. De repente empecé a sentir como se me aceleraba el corazón. Me sentía nerviosa y ansiosa. Me acordé de todos esos viajes con mi familia y amigas, caminando a la hora que quería, durmiéndome a la hora que quería, haciendo lo que yo quería todo el tiempo… y sola. De pronto sentí como esa independencia, mi gran aliada, se esfumaba. Bajé la revista para ver el mar, ya no me podía concentrar en los chismes de moda que estaba leyendo.
Me iba a casar. Era mi viaje de despedida de la soltería. Iba a compartir toda mi vida con alguien más. (“And now I have to live with a boy” como dijo Monica Geller ) Parpadeé un par de veces para desempañar mi visión y vi con claridad la sonrisa de mi futuro esposo. Mi ritmo cardiaco regresaba lentamente a la normalidad. Sabia que con él no iba a perder mi libertad ni mi identidad, al contrario, él me iba a alentar para ser quien yo quisiera ser. Juntos íbamos a construir un caminito para recorrerlo durante nuestras vidas. (El también tuvo un panic attack de unos minutos a la mañana siguiente de darme el anillo de compromiso. Pienso que si no te da uno es que no te has dado cuenta del compromiso que implica un matrimonio).
El segundo fue en el verano del 2014 mientras recorría una avenida de Monterrey. Por el retrovisor podía ver a mis dos bebes y escuchar como uno me pedía a gritos que le ayudará porque se le había caído su juguete y el otro lloraba porque tenía hambre, o sueño, o pañal sucio. Esas dos personitas eran completamente mi responsabilidad, dependían al 100% de mi (y de su papá obviamente). Y para rematar, ¡ya manejaba una mamá van! ¿En qué momento? Panic Attack #2. Breath in, Breath out. ¿Qué se hace en estos casos? Pensaba. Sigue respirando… todo esta bien. Muy bien de hecho. Semáforo en rojo, juguete recogido. Dos minutos después, bebe recién nacido dormido. Gracias Baby Einstein Lullaby.
Hace unos meses me sentía en un ataque de pánico constante. Considerando la idea de quedarnos con dos hijos y nunca volver a tener un bebe. Dejando ir el sueño de tener 3 hijos, de ser la familia perfecta (para mi). Me surgió un miedo tremendo de reencontrarme con alguien que hace más de 5 años dejé en segunda o hasta última prioridad: yo.
Me ha dolido en el alma enfrentarme con esta realidad. Mi realidad.
Una realidad en la que me importan muchas cosas y en la que por mi personalidad (y otros varios factores importantes) no puedo hacer todo. Una realidad en la que me he sentido más vulnerable que nunca.
Me di cuenta que para alcanzar todo lo que quiero lograr en mi vida estoy mejor con dos hijos. (aunque a veces parece que tengo tres, estoy segura de que algunas me entiendan por qué).
Me da risa cuando la gente nos ve, especialmente en México, y me dicen: “Te falta la niña”. Con la mejor de las intenciones, sin duda. Y es que yo pensaba que así era… tienes niños y niñas y familias grandes porque de otra manera no es tan divertido, no es tan variado… Simplemente no es igual. Igual a lo que yo viví en mi casa, teniendo un hermano y una hermana.
Me ha tomado años entender que cada familia es un mundo. Que no me falta nada. No me debe nada la vida. Al contrario. Estoy en deuda y me dispongo a tener tiempo de dárselo. De tener tiempo para plantar semillas en las personas, de invertir tiempo en cambiar situaciones que no me agradan del mundo en el que vivimos para dejar esta sociedad un poquito mejor de cómo la encontré.
Me ha tomado meses darme cuenta de que yo soy la niña que me falta… que me falta ver crecer y madurar aun más, la niña que he visto caerse y levantarse miles de veces. Que yo soy la mujer que quiere seguir aprendiendo y enseñando, mejorando y amando.
Me doy cuenta que solo puedo con dos hijos cuando la planta favorita de mi casa se está secando.
Cuando pasan días en los que no tengo tiempo de ir a hacer ejercicio, por actividades de la escuela de mis hijos, y lo necesito.
Cuando en mi aniversario de 7 años de casada le regalé a mi esposo ir a un concierto de música y al acercarse la fecha se me olvidó comprar el boleto.
Cuando llevo mucho tiempo sin saber la cartelera de cine cuando me fascina ver películas e ir al teatro.
Me doy cuenta de que mi familia está completa cuando quiero ir a ver a mi hermana a Londres o pasar Navidad con la familia de mi hermano en Cartagena. Subirme a un avión y no disculparme todo el tiempo con los de enfrente por el ruido o las patadas.
Cuando tengo más de dos proyectos profesionales en el tintero que les urge (a ellos, y a mi) arrancar. Y es que he estado leyendo más de embarazos, bebés, alimentación, prematuros, disciplina, toddlers y temas relacionados en los últimos 6 años que materiales relativos a mi carrera.
Confirmo que así estamos muy bien cuando quiero tener uno o dos perros que cuidar y alimentar también. (Y limpiar y pasear y bañar…)
Estoy segura que tomamos la mejor decisión cuando pienso en el medio ambiente y en los pañales que necesitaría mi siguiente hij@ y como me gustaría usar los de tela pero no tendría suficiente tiempo de limpiarlos y mi casa sería un caos.
Estas razones, algunas ridículas y otras superficiales siguen siendo válidas, pues las pienso y las siento. Sin embargo de fondo, el trabajo interior esta hecho. El proceso ha sido doloroso, lo tengo que aceptar. Pero es mi realidad, la misma que me tiene emocionada por las etapas que siguen.
Recuerdo cuando una pareja de amigos yoguis fueron a conocer a mi hijo de pocos meses de nacido. El esposo comentaba lo contento que estaba por nosotros mientras yo notaba en su semblante matices de melancolía. “Que chingón por ustedes, yo no voy a trascender” dijo. Y rápidamente mi marido le contestó un poco molesto por lo que escuchó. “Puedes trascender de muchas maneras y ni siquiera tienes que hacer grandes cosas para hacerlo… tener un hijo no es la única manera de hacerlo, si no es que es la más fácil.” Y yo creo que contesté algo así pero no me acuerdo porque llevaba muchas noches sin dormir. “Tu trasciendes plantando paz en el mundo… la siembras todos los días en el interior de tantas personas”. No se qué más hay que dejar tu granito de arena en tu entorno más cercano, eso es trascender.
Escribo y comparto estos sentimientos en mi blog porque quiero que los que lo lean sepan que sentirnos vulnerables esta bien. No somos menos mamás por tener uno o dos hijos en lugar de 3 ó 4. Por tener solo niños y no niñas, o al revés. Nadie es menos ser humano por no tener hijos. No son menos mujeres las que deciden no tener hijos.
Somos quienes somos. Y el aceptarlo nos hace libres.
Y en mi caso, al escribirlo, más.
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Este link es de una platica TED TALK de Brené Brown. Para los que no la conocen todavía o no estén tan obsesionados con ella como yo, vale la pena. Se describe como una Researcher & Story Teller y su plática está en el Top 5 del mundo con más de 7 millones de views.
The power of vulnerability | Brené Brown
Esta muy interesante. Me platicó una amiga de ella en el momento que más lo necesitaba. Y es que en nuestra vulnerabilidad están muchas respuestas que buscamos pero no hemos sabido (o querido) encontrar.
Algunos libros de Brené Brown: