Escribo desde que me acuerdo. Desde los 8 años tenía diarios abajo de mi almohada (donde creía, inocentemente, que nadie los podía leer). Todas las noches escribía de mi día… Lo que me gustaba, lo que no, que hacía, con quien… No detalles, pero si emociones; poca profundidad pero mucha sinceridad.
Después, con el tiempo, escribía durante el día, ideas de canciones (que después mi prima Daniela y yo cantábamos con todo y coreografía a mis papás y tíos), textos para compartir, frases para recordar o escritos para alguien especial. Lo empecé a hacer más recurrente mientras más cosas me pasaban, más vivía, más me enamoraba, de alguien o algo. Recuerdo escribir cuando conocí el dolor y aquellas palabras me ayudaban a enfrentarlo. Me salía de la regadera para escribir, con papel y lápiz como se hacía antes. Cuando me despertaba al baño en la noche plasmaba en una libreta un pensamiento vago que por la mañana se convertía en alguna carta a un ser querido, en un desahogo o confesión personal que tal vez ni yo conocía.
Los tiempos cambiaron y hoy escribo mis ideas mientras espero en los semáforos, en el gimnasio, en una tienda… gracias a mi celular, grandiosa nube que no dejará esos se pierdan tan fácil, porque así como llegan, las palabras se van.
No he sido escritora de closet pero por si acaso hoy más que nunca lo dejo de ser. Agradezco a mi mamá que me regalo mi primer diario (y varios libros) y a los que algunas vez me regalaron esa bonita libreta (de pájaros, flores, negra, elegante, con su propia pluma…) para alentarme a seguir contando eso que me pasa que muy probablemente a ti ya te pasó o te puede pasar. Gracias por ahorrarme tiempo y dinero en terapia o al menos de rebeldía innecesaria por no poder expresar mis sentimientos. Gracias a ustedes (saben quienes son) porque me hicieron saber con esas hojas en blanco que les interesó lo que dije alguna vez…espero que por medio de anabeat sigan siendo testigos de esta aventura pero sobre todo acompañándome en este viaje.